sábado, 3 de mayo de 2014

La emoción de una noche pre-romera / JRP


No por más organizado que estuviera el desfile de coches y porque no llevara delante las bocinas con ese canto de hermandad que es el Himno de la Alegría, o ya para nosotros los “romeros”, “himno de las Romerías”, fue menos emocionante la Pre-Romería, esa puerta que se abre a medias para dejar la otra parte para el espectáculo inaugural del día 3.
Una vez más la gran fila de coches con los delegados que ya se encuentran en Holguín, más los que no renunciamos a vivir casi una hora de aventura en las espontáneas e inevitables (peligrosas pero alegres) competencias de los cocheros o la solemnidad del momento en que se rinde homenaje a cada libertador de la avenida desde la calle Martí hasta la Vocacional a los pies del Apóstol.
No es lo más importante que en cada parque que acoge la imagen del prócer latinoamericano, no haya al menos un grupo de vecinos esperando a la Romería, lo verdaderamente significativo es que siempre esta fiesta de los jóvenes llegue a cada lugar a cerrar ese compromiso con la historia de nuestros pueblos en la que gran peso descansa sobre estos propios héroes.
Cierto que le hubiera impregnado mayor alegría al pintoresco desfile un poquito de “desorden” en la fila de coches ya en camino de la Vocacional José Martí hacia el Bosque de los Héroes en la Plaza de la Revolución, el destino final: la escultura que nos recuerda a Lucía Íñiguez, la madre de Calixto, pero lo mágico y emocionante nos esperaba al llegar.
Una multitud como nunca antes vi allí, abrió un camino por el que pasaron las banderas al compás de los aplausos mientras las bocinas querían estallar con el Himno de la Alegría.
Alexis Triana, como si el tiempo hubiera retrocedido, con la misma emoción de siempre dio la bienvenida a los delegados y anunció a Israel y a Joel quienes con esa Buena Fe y la sencillez de los guajiros guantanameros —que para bien suyo llevan con orgullo en lo más hondo del pecho— iniciaron ese mítico concierto que siempre lleva rocío y la magia del entorno.
Un tema, otro, otro más, aquel que me gusta tanto, el de mi hermano de pi… el que cala allá en lo más profundo del corazón porque su letra nos retrata la vida con sus buenas y malas, el que dedicó al maestro Juan Formell quien seguro estaba allí o el que le cantaron al siempre joven rebelde Santiaguito Feliú, el que en algún momento también fue dueño de ese escenario.
Así pasó una hora, pasó una hora y media volando porque así es de “jodedor” el tiempo cuando uno quisiera detenerlo como lo hace a la perfección una fotografía, como las miles que nos van quedando de recuerdo de año en año en ese lugar tan sencillo y extraordinario a la vez, tan sublime y misterioso, y quizás sea eso lo que sucede, la mística que envuelve el final de la noche del 2 y el inicio del 3 de mayo.
Es como una puerta que se abre y vienen de un golpe a la memoria las mismas noches que has vivido allí muchos años, regresan las emociones y al final después de los aplausos para Buena Fe, el himno de la alegría vuelve a retumbarte en los oídos.
El periodista que pensó no estar allí esta vez pero el destino quiso que estuviera, va para atrás del escenario, le pregunta a Alexis Triana por su hija, esta joven que está celebrando 20 años y él con la emoción dibujada en el rostro responde: “lo logramos, todos nosotros lo logramos, el sueño lo hicimos realidad”.

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